QUITARSE LA CORAZA



       Hay personas que bien debido a su carácter o porque las circunstancias de la vida así lo ha provocado, se cierran en si mismas y no exteriorizan sus sentimientos... Como si pensasen que si lo hiciesen, estarían dando armas al enemigo. Su ostracismo va generando una costra cada vez más dura, y en consecuencia, cada vez más difícil de romper. Hasta hace un tiempo, yo era una de esas personas.  


Cuando una mujer joven, casi una niña, comienza su andadura por la vida y se adentra en un mundo donde la mujer está considerada solo eso.. mujer, tiene la necesidad de proteger su integridad. Hay que inventarse una personalidad fuerte, ya que para que la respeten, tiene que demostrar que en un momento dado, puede dar un puñetazo en la mesa... Y cuando eso ocurre, ese rol tiene que continuar. En un mundo frívolo y de apariencias, es necesario levantar un muro emocional... La imagen de una mujer dura e inaccesible crea un halo de misterio en los demás, que incluso puede agradar. El no mostrar las debilidades y los miedos te hace parecer fuerte... La gente te encuentra rara, pero te respeta. El problema surge cuando te das cuenta que debajo de ese maquillaje, y de ese glamour lo que queda es una mujer deseosa de mostrar sus sentimientos, de poder llorar cuando la congoja esté ahogando su alma... De decirle a alguien mirándole a los ojos que le quiere... De dejarse abrazar por un amigo mientras le cuenta sus frustraciones... De reír sin complejos cuando es feliz...

Y llega un momento, que te das cuenta que lo realmente importante es mostrarte como eres, sin coraza... transparente, con las personas que merecen la pena... Y dejarles claro tu cercanía, que pueden confiar en ti... Que también pueden llorar y reír contigo.

La vida me ha enseñado que es necesario a veces llevar una coraza, pero también que hay que saber en que momento hay que quitársela, y con quien.