EL ÚLTIMO GRITO...

EL ÚLTIMO GRITO
 
Me he despertado a las tres de la mañana. Como la mayoría de las noches no podía dormir. Hacía frío. Preparé café y me senté frente al ordenador, mientras escuchaba a John Coltrane. Sentía que algo me oprimía el pecho; necesitaba hablar, o más bien gritar. Había muchas cosas que necesitaba sacar de ese rincón destinado a la intimidad, pero eran cosas que no podías regalar a cualquiera, y esta noche no necesitaba hablar con ÉL, sino de ÉL.
De pronto me vino a la mente mi querido amigo Andi. Hacía algún tiempo que no sabía de él, salvo por algún saludo que nos cruzamos de vez en cuando. 
Aprovechando la diferencia horaria, le escribí.

Andi y yo nos "conocemos" desde hace mucho tiempo; siempre ha habido buena sintonía entre los dos, pues de alguna manera estábamos llevando una vida similar, y teníamos sentimientos parecidos hacia otras personas. 
Mi amigo, con treinta años y después de una profunda oscuridad desde hacía seis, también había encontrado su luz, que le ayudaba a llevar su "carga" y le había devuelto la sonrisa. A su vida ya de por sí dura, se le sumó una piedra más; una piedra en forma de bicho que le estaba comiendo por dentro. Aún así, nunca perdió el ánimo y las ganas de luchar. 

Me llamó en seguida y después de mostrarme su alegría al saber de mi, nos pusimos a hablar. Bueno, la verdad es que yo hablaba más; entendió que necesitaba desahogarme y cuando lo hice, cuando por fin pude sacar todo aquello que me ahogaba por dentro, sus palabras amables de complicidad y entendimiento, me relajaron... 
Continuamos hablando, esta vez le tocó el turno a él de contarme sus cosas, llenas de anécdotas que me hacían sonreír. 
Estuvimos largo rato así, y sólo casi al final de la conversación, pues no quiso estropear mi momento, me confesó lo que me temía desde hace tiempo, pero que no quería ver. Su vida se apagaba, el maldito bicho estaba ganando la partida a un hombre bueno y lleno de vitalidad. 

Por unos segundos no supe que decir, y él aprovechó para darme ánimos... Él a mi... Y me rogó que hiciese ver que no pasaba nada, que a él le funcionaba.
A duras penas hice lo que me pedía y seguimos charlando como si nada... 
Le pedí permiso para escribir este post y me contestó "vale, se lo enseñaré a mis nietos el día de mañana".
Terminamos la conversación con un "hasta pronto". 

 Esta entrada, no lleva foto que la ilustre, porque la única apropiada sería la de su alma y es demasiado grande para que quepa aquí. 

Andi... Tal vez esta madrugada, haya sido la última que me haya permitido el lujo de desahogarme contigo, y tal vez para ti, sea el último grito que me oigas, pero tío, desde que te conozco, me has demostrado ser de puta madre y eso no abunda, créeme. 

Nos vemos, amigo.
Te avisaré cuando llegue al infierno.