EN PROPIA PIEL



         Cuando nos enteramos de que ha habido una tragedia pandémica, un accidente o cualquier otra desgracia, tendemos a empatizar con las víctimas; se nos encoge el corazón, y un sentimiento altruista nos invade en muchos casos. Nos sentimos fuertes y vemos a todas esas personas que sufren, débiles y desamparados, pero siempre desde la lejanía; protegidos por ese sentimiento mezcla de gratitud y alivio, al pensar que a nosotros no nos ha pasado.
Cuando algún amigo, o alguien de nuestro entorno sufre, ya sea por enfermedad o por otra causa, sufrimos por él y sacamos fuerzas de flaqueza para procurarle confort a su alma... y luchamos por él y con él.
Pero aún con todo, seguimos protegidos por ese mismo sentimiento, que es el que nos hace fuertes.


 Pero cuando de repente, somos nosotros los que padecemos en nuestra piel algún mal,  grave o aparentemente irremediable, nos volvemos vulnerables, pequeños. Se agolpan los pensamientos Y nuestros sentimientos pasan por distintas fases... En los primeros momentos es el de la incredulidad prepotente de que nos esté pasando a nosotros.No concebimos, que algo que vemos todos los días en los demás, pueda haberse instalado en nuestra persona. Después sobreviene un sentimiento victimista, de soledad y desamparo... En ese momento, nadie cuenta más que nosotros. Se nos olvida todo el sufrimiento ajeno, para centrarnos nada más que en lamentarnos por nuestra tragedia personal... Ese sentimiento egoísta y humano, se transforma cuando nos damos cuenta de que por causa de nuestro mal, va a haber personas que también van a sufrir. Comienza una lucha mental por saber que es lo más correcto: callarlo, para no hacer daño a los que nos quieren, o compartirlo y así refugiarnos en ese cariño, buscando el calor y el consuelo. Esa parte es una de las más inquietantes,y otra vez nuestro egoísmo opta por compartirlo. El miedo es tal, que necesitamos el apoyo y las palabras de aliento de alguien cercano, que actúe como un bálsamo y relaje de alguna manera nuestro temor... Gracias a ese bálsamo, y ojala ocurra en todos los casos, entramos en una fase más serena. Hay que preparar la estrategia, Hay que empezar a utilizar todas las armas que estén a nuestro alcance, para superar ese trance... Hay que recuperar la fuerza, luchar para vencer a ese mal y salir victorioso de una batalla, en la que nuestra propia actitud, es parte importante para conseguirlo.

 



Esta es una reflexión que pretende que la lectura sea la de que la lucha y nuestra propia reacción positiva,junto con el apoyo de las personas que queremos, son vitales para que nuestra vida merezca la pena.



Vaya por todas las personas que de una forma u otra están sufriendo algún mal, en propia piel.