TELA DE ARAÑA




     Absorta en sus pensamientos, no sabría precisar el tiempo que llevaba allí, con los ojos cerrados... acariciando de forma mecánica su cabello mojado, que caía sobre sobre su hombro, mientras el agua resbalaba por su rostro, y recorría su piel, hasta terminar en el sumidero de la ducha. 

  Un ruido del exterior la sacó de su abstracción, y entonces notó como las yemas de sus dedos perdían sensibilidad, debido al tiempo que llevaban bajo el agua. 

 Salió de la ducha, y mientras se secaba despacio frente al espejo, iba examinando su rostro cuyos ojos claros, algo enrojecidos por el agua, habían perdido parte de su  brillo, y su mirada delataba su decaimiento del ánimo... Recorrió con esa mirada su cuerpo de formas armónicas, y su piel aún tersa, y a pesar de que le complacía lo que veía, sintió que junto con su mente, ya no le pertenecían ninguno de los dos... Su cuerpo estaba a merced de una enfermedad, que aunque aparentemente le había dado una tregua, dejó su firma en la piel, como para recordarle que en cualquier momento, podía volver a aparecer.
Su mente, hacía mucho tiempo que no se ocupaba de su persona... Las circunstancias le habían relevado a un plano inexistente. Ni siquiera su mal físico le preocupaba en un sentido personal, sino como un impedimento para ocuparse debidamente de quienes quería. El bienestar de esas personas era lo más importante para ella, y eso estaba por encima de su propio sentir.

 Pero sin darse cuenta, su alma ajena a su fuerza mental, iba acumulando un grito que cada vez se hacía más grande, y poco a poco, la iba ahogando... Un grito, que en algunas ocasiones había querido salir, pero que se quedaba  rezagado en su rincón, porque el grito de los demás se adelantaba; y estaba ocupando tanto sitio en su alma, que la estaba asfixiando. 


En la tela de araña que es la vida, ella siempre había sido araña...seleccionando con esmero las presas que a ella caían, y reparando con minuciosa habilidad los hilos que de repente se rompían... Ella controlaba la tela. 


Y ahora se daba cuenta, que su rol había cambiado... Ya no era la araña, sino una mosca pasiva, que había aceptado su cautiverio, y su única lucha era sobrevivir mentalizada de que la araña acabaría devorándola. 
Se había acostumbrado a estar atrapada, y a considerar su situación como algo normal... Ni siquiera sufría.
Pero a veces, la indolencia es una forma de morir en vida.


Vestida ya para salir y afrontar el día, se colocó de nuevo ante el espejo para dar los últimos retoques a su cabello, y comprobó que sus ojos volvían a tener ese brillo que siempre había sido el estandarte de su fuerza y su coraje.
Esas reflexiones estaban haciendo su efecto... Comprendió que por encima de todo, ella tenía que ser lo más importante, pues todo su empeño y sus mejores deseos para que las personas que amaba estuviesen bien, no servirían de nada si ella se anulaba.

 Un nuevo día comenzaba, y decidió que no debía esperar más... que tenía que abrir un pequeño paréntesis en su vida, para que ese grito tanto tiempo atrapado en su alma, se liberase... 
Decidió que era el momento de quererse... De ser un poco egoísta, olvidarse de todo sin ataques de conciencia, y pensar sólo en ella...Aislarse... Desaparecer.
Sabía que no era tarea fácil, pues demasiadas cosas ocupaban su mente, pero tenía que hacerlo. 
Bastaban unos días... Hasta que escapasen de la maleta todos sus sentimientos y responsabilidades.
Sólo unos días... Suficientes.

 Pronto cerraría ese paréntesis, consciente de que seguiría en la tela de araña, pero ya no como una mosca indolente, sino como una araña dispuesta a pelear por su sitio...con ganas de luchar y dispuesta a hacer un trato con la vida... En la tela, sí... Pero con su espacio reservado e intocable.