REFLEXIONES DESVELADAS



     

    No puedo dormir, y siento que necesito contar lo que pasa en este momento por mi mente. No sé si lograré plasmarlo de forma coherente, pero sí, de la forma más sincera. 
Y aquí estoy, frente al teclado, con una taza de café, y mi gata en las rodillas, a la que agradezco el calor que me transmite su cuerpo. Hace frío, y mis dedos apenas sienten el contacto de las teclas, pero cuando los pensamientos se acumulan en mi mente, la única forma de ordenarlos, es a través de la escritura.




Desde la distancia que nos separa a todos, y a las circunstancias de cada uno, he empezado a comprender, la necesidad de evadirnos, aunque sea por un momento, de la realidad latente; y he empezado a ver los beneficios que aporta el que intentemos poner un poco de magia a nuestra vida. 
Quizá algunos necesiten de grandes celebraciones, o escapadas a otros lugares para encontrar esa magia. En mi caso, es mucho más sencillo, pero el resultado es el mismo: sentir que algo bueno actúa de bálsamo sobre las heridas emocionales que todos tenemos, haciéndolas más llevaderas. 

Hace unos años, y por esos caprichos crueles que tiene la vida, tuve que olvidarme de planes, sueños y hasta de costumbres. Lo hice con gusto, no porque la decisión de hacerlo me hiciese sentir bien, sino por conciencia. Demasiadas veces había huido de responsabilidades... Demasiadas veces no había estado a la altura de las personas que más me querían, por haber pensado sólo en mi. Había llegado el momento de que mi alma se liberase un poco de esa culpa que habitaba en ella. 
Me propuse volcarme enteramente a la empresa dura y dolorosa que tenía por delante. La responsabilidad era enorme, pero no podía fallar. Nunca he sido de demostraciones cariñosas, pero pensé, que era una muestra de amor, y que así lo entenderían las personas que me querían, aunque jamás esperé agradecimiento ni ayuda por parte de nadie.
Me encerré en una burbuja y basé toda mi existencia en cumplir con lo que me había propuesto, pero sin salir de ella.



Creí que con mis recursos, y con mi buena voluntad bastarían, pero poco a poco, el aire dentro de esa burbuja, se iba viciando,  haciéndolo irrespirable.
Un día comprendí, que negándome a pedir ayuda, y no aceptando el apoyo de los demás, no sólo estaba minando mi vida, sino que si yo caía, el tesoro que tenía a mi cuidado, se perdería. 
Comprendí, que tenía que dejar de lado mi prepotencia, y de verlo todo como una prueba de que podía ser responsable y buena, y empecé a verlo con amor... Y empecé a ver a ese tesoro con el alma. Quizá siempre lo había visto así, pero mi ego, y mi afán de redimirme, habían cegado esa parte sentimental, que realmente, fue el motor para que yo decidiese cuidarlo. 
Entonces, pinché la burbuja, y dejé que el amor y el apoyo de mi misma sangre entrara. 
Empecé a respirar mejor... Más serena.

Pero aún seguía hermética en la burbuja para los demás, y negándome a sentir ilusiones. Negándome a soñar. Negándome a vivir fuera de ella. 
Un día, una persona entró en mi vida, de una forma casual. Poco a poco, sus palabras y su cercanía, hicieron que le abriese mi corazón. Consiguió que rompiese la burbuja.
Me hizo ver, que yo tenía una vida, y que por encima de todo, tenía que alimentarla. Que tenía que tener sueños e ilusiones... Que buscase dentro de mi, lo que antes me había reconfortado, y volviese a experimentarlo.
Siempre le estaré agradecida, y espero disfrutar de su amistad y su cercanía, siempre.

Desde muy pequeña, me había gustado escribir. Mi carácter solitario y mi recelo a contar a nadie mis cuitas y problemas, no me proporcionó muchos amigos, pero necesitaba cada noche gritar lo que sentía, y lo hacía a través de las letras, llenando cuadernos, que nunca más leí, pero que en ellos, vaciaba mi alma. 
Volví a retomar esa costumbre, pero esta vez, compartiéndolo con todos vosotros que me leéis.
Descubrí, que ese era mi bálsamo... Mostrar mis pensamientos, y contar historias inventadas, es lo que me reconforta.

Me alegro de haber roto la burbuja.
Mi vida sigue siendo dura, y me pone cada día nuevas trampas, que voy salvando, ayudada por esas personas que tengo conmigo.
Me siento arropada por el cariño y el apoyo mis hermanos, a los que adoro.
No me da vergüenza pedir ayuda, si la necesito, y he aprendido a valorarla.
Intento ver lo positivo de lo que la vida va poniendo ante mis ojos.
Soy feliz contando con la amistad de quien me abrió los ojos, y me hizo cambiar de actitud.
Y sobre todo, cuido a mi tesoro, cada día con más paciencia, con más entrega.... Y con más amor.

Por eso, y volviendo al principio, ahora comprendo que todo el mundo intente buscar su bálsamo, en la forma que crea conveniente. Que intente buscar una evasión, aunque sea efímera, para sobrellevar cada uno su carga.
Y que si la vida no tiene magia, hay que inventarla. 
 


Son las siete de la mañana... 
El frío es intenso, pero me siento bien.
Con la mente más ligera... Y el alma descansada.

Tomaré otro café... Mientras veo amanecer.