RESACA




          Se apagaron las luces, dejando a la vista aún los grotescos y agonizantes armazones metálicos.  Y dejaron de brillar los oropeles. La normalidad vuelve a las calles y los que viven en ellas, vuelven a ser invisibles a los ojos de la mayoría, después de la borrachera de buenas intenciones. La cruda realidad otra vez hace acto de presencia... Una realidad, que  nos empeñamos en tapar estos días con una venda de felicidad, concordia,  marisco y lentejuelas.

Atrás quedaron las comidas y cenas familiares, en las que haciendo un esfuerzo de buena voluntad, intentamos que transcurran sin que afloren las discusiones, reproches o lagrimitas y que en muy raras ocasiones se consigue, antes de llegar al momento de los postres.

Atrás quedaron las uvas, las campanadas mal contadas, a pesar de las instrucciones repetitivas que como cada año dan los encargados de hacerlas, en las cutres retransmisiones desde la Puerta del Sol... 

Atrás quedaron los infumables programas musicales enlatados de las diferentes cadenas televisivas, en los que resulta difícil encontrar algo distinto de los años anteriores... Y los resúmenes de las tragedias del año... Y los anuncios de perfumes... Y las mismas películas ñoñas de todos los años... Uff. 

 Ya nos olvidamos de los brillos sin mesura de las féminas de los cotillones...De los trajes que algunos hombres llevan como escafandras, al no estar acostumbrados a ellos y que estrenan para la ocasión... De poligoneras disfrazadas de princesas trasnochadas... De serpentinas y confeti... De virginidades regaladas por adolescentes, que se bajan las bragas, bendecidas con champán y promesas de amor eterno.

Se apagaron las luces, y ahora nos quedan más kilos y colesterol... La indignación por el despilfarro entre los que más tienen, olvidándonos de que cada uno dentro de sus posibilidades (algunos por encima de ellas) hemos hecho lo mismo... Las rebajas... Los buenos propósitos que durarán menos que las sobras de comida en la nevera... Los mismos insultos al Gobierno sin gobierno... La política de cartón... Las quejas gratuitas y las que no lo son... Y el fútbol. 




Y mientras ponemos al día nuestro hipotálamo y guardamos la sonrisa y el espumillón, en nuestro fuero interno, agradecemos que aún falte mucho para la próxima Navidad... 

 

Nos quedamos con nuestra apacible rutina, envuelta con esa resaca emocional hasta el próximo anuncio de turrón... 

Y vuelta a empezar.