"La sociedad nos empuja al consumo, no a la felicidad.." ( E. PUNSET )
Cada año, y a pesar de los problemas personales o colectivos y ayudados (o manejados) por campañas publicitarias que cada vez empiezan antes, caemos en la trampa de la Navidad.
Unas fechas de hipocresía generalizada y consentida por todos, en las que es obligado ponerse el disfraz de la felicidad y amor a los demás. Una fiesta supuestamente religiosa, pero que tanto agnósticos como creyentes vivimos de la misma manera, olvidando el motivo de la celebración y siguiendo sólo las pautas del consumo y los excesos.
Cada año me rebelo, porque a pesar de que mi gusto sería ignorarla, por tradiciones familiares y sociales absurdas, tengo que adentrarme en esta celebración que cuanto menos, me resulta falsa y agobiante, a la vez que me obliga a un sin fin de cosas.
Lo peor es que cuando hablo de esto con alguien, suelen estar de acuerdo, pero argumentan que "con la que está cayendo" se necesita un poco de alegría; como tratando de justificarse.
Me parece realmente triste, que tengamos que inventarnos una felicidad efímera y mucho más, el que esa felicidad la tengamos que conseguir a fuerza de gastar dinero, a veces más del que podemos, para consumir lo que de normal no nos apetece; para hacer regalos inútiles por compromiso en muchos casos, y a la vez poner cara de agrado al recibir de los demás esos regalos inútiles, trasmitiendo a las siguientes generaciones ese mismo funcionamiento en la vida.
Para un niño, mucho peor que descubrir la farsa de los Reyes Magos, es hacerle creer que el premio por haber sido bueno, es que les dejen todos los juguetes que haya pedido... Lo que haga falta para que esté contento ¿no? Que horror.
Es lamentable que tengamos que comprarnos una sonrisa con fecha de caducidad.
En cualquier caso, deseo para todos que de la forma que cada uno quiera, pero con armas reales, luchemos por ser felices... No sólo estos días.
La vida continúa después de Navidad.