LA LECCIÓN DEL ESPEJO
Escapar sin huir, hacerme a un lado, abrir los ojos.Comprender que no basta con sentir, que está muy bien tener el alma alimentada, pero que volcando todo el sentimiento ahí no sólo va llenando de disfraces la mente, sino que una carencia de realismo se va adueñando de tu ser. Tantas son las ganas de creer, que ya no sabes si es verdad o te inventas lo que recibes. Vas edificando una historia paralela con la vana esperanza de que un día se convierta en una sola historia. Y el tiempo va pasando y dejando huellas que un día descubres por casualidad, o mejor dicho, porque ese día decides por fin mirarte en el espejo.
Escapar sin huir, hacerme a un lado, abrir los ojos.Comprender que no basta con sentir, que está muy bien tener el alma alimentada, pero que volcando todo el sentimiento ahí no sólo va llenando de disfraces la mente, sino que una carencia de realismo se va adueñando de tu ser. Tantas son las ganas de creer, que ya no sabes si es verdad o te inventas lo que recibes. Vas edificando una historia paralela con la vana esperanza de que un día se convierta en una sola historia. Y el tiempo va pasando y dejando huellas que un día descubres por casualidad, o mejor dicho, porque ese día decides por fin mirarte en el espejo.
No descubres huellas en el rostro,
porque a ese espejo te miras siempre y las vas viendo evolucionar
cada mañana; pero un día, como digo, miras más allá y sólo ves
quimeras empañadas por el vaho del auto engaño.
Entonces reparo en la realidad que me
mira fijamente obligándome a su vez a mirarla. Es mi imagen que me
muestra los trescientos años vividos, junto a un reloj parado. Poco
a poco el vaho va desapareciendo y las quimeras se diluyen
con él. Sólo queda la verdad insultante que me abofetea la cara y
me abre los ojos.
En uno de los laterales del espejo está mi madurez
que me ha hecho selectiva. Que me muestra las ventajas de no tener
que aguantar a quien no quiero ni decir lo que no siento. La
sabiduría suficiente y el recelo que la experiencia me ha otorgado a
partes iguales para saber leer entre líneas, para no quedarme en la
superficie y no creerme a pies juntillas lo que los demás me
muestran; para saber colocarme siempre con la espalda protegida y a
tener una habilidad o psicología de calle si lo prefieren, para
detectar al enemigo propio o de las personas que quiero en muy poco
tiempo. Todo eso me ha servido para sobrevivir en la jungla (como
diría un amigo mío). El espejo me recuerda que todo eso lo he
aprendido viviendo, no en los libros; también me muestra sus
ventajas: hay personas que leen mucho, pero en realidad aprenden
poco, pues siempre buscan las obras de autores que de alguna manera
les va a ratificar sus propios pensamientos y su forma de ver la
vida. Los convierten en su biblia y más que aprender, se intoxican
con ellos. Muy pocos son los que buscan libros que sean antagónicos
a las ideas que ellos tienen, cuando la mejor forma de aprender y
decidir el camino a seguir es conociendo las dos caras de la moneda.
Pero sus miedos y su ego despistado, buscan siempre que hasta los
libros les den la razón.
La vida sin embargo, no te da a elegir; tienes que leer lo que te va escribiendo cada día,
te guste o no. Y se aprende... Ya lo creo que se aprende.
El otro lateral del espejo me muestra
las ilusiones, la lucha actual, los planes... Las ventajas de
sentirme joven, de identificarme con las ideas nuevas de gente nueva,
que no ha quemado aún su vida. Pero también me enseña lo que hace
que el reflejo se distorsione. Veo a chicas casi adolescentes con
múltiples personalidades y un claro desequilibrio emocional y
mental, que juegan a ser rebeldes y guerrilleras decapitando a sus
muñecas, mientras escriben frases de amor y desamor... Veo a chicos
cuyo sentido de la evasión es el alcohol y el sexo barato con tipas
que después les desprecian, y viceversa... Veo a niñatos
pretendiendo cambiar el mundo a base de hostias, desde el sofá de la
casa de sus padres sin levantar la vista del ipod ... Y claro, el reflejo
del otro lado se hace más patente, pues me chirría todo esto.
Comprendo entonces, que hay cosas que es difícil juntar y empresas
imposibles de conseguir. Cada edad tiene sus demonios y sus pajas
mentales. A los veinte está (casi) todo permitido, pues existe
la esperanza de que poco a poco se madure. Lo importante es procurar
no llegar a los treinta viviendo y pensando de la misma forma, sin
evolucionar y echando la culpa de los sinsabores que eso conlleva,
al mundo, al sistema y a la puta vida. De nada sirve luchar como
adulto por un objetivo, si después la actitud y las soluciones que
se buscan en los momentos de desencanto y apatía, son inmaduras y
destructivas.
Sé que en realidad no se termina nunca
de madurar, afortunadamente. Siempre tiene que haber cosas que te
sorprendan y cometer errores que te hagan reflexionar, pero desde una perspectiva real.
Por mi parte, la lección que el espejo
me ha dado, es que la única persona a la que aún puedo moldear es a
mi misma. Que no se puede llevar la paz desde un mar en calma a
quien la busca desde la tormenta. Que las palabras resultan baldías en oídos cerrados. Que no puedo abrir los ojos a quien está convencido de que los tiene abiertos mientras se topa con las paredes. A no avergonzarme de mis
sentimientos, pero con el propósito de no canalizarlos hacia el lado
del dolor. Que tengo que ser consciente del sitio que me corresponde. A no escatimar los "te quiero" sinceros y a recibirlos, aunque tengan distintas acepciones...Y sobre todo, a dejar de hacer más vías paralelas.
Con un carril basta para quien quiera tomar mi mismo tren.